Cuando la rutina empieza a marcar el ritmo de los días, el deseo de escapar y cambiar de paisaje se vuelve casi una necesidad silenciosa. Mérida, con su combinación única de tradición, modernidad y hospitalidad, se ofrece como un punto de partida ideal para quienes buscan descubrir nuevos horizontes sin necesidad de recorrer grandes distancias.
Basta salir apenas unos kilómetros para que el paisaje cambie, para que la brisa se llene de sal, de verde, o de aromas a maíz y cacao. Así, en menos de un par de horas, es posible sumergirse en mundos que parecen lejanos, pero que laten muy cerca de la ciudad blanca.
Progreso y sus atardeceres que pintan el horizonte

Si de escapadas se trata, Progreso surge casi de inmediato en la conversación. Esta ciudad costera, ubicada a poco más de 30 kilómetros de Mérida, invita a una desconexión que se siente inmediata.
La playa, con su extensa franja de arena clara, ofrece un escenario perfecto para largas caminatas, baños de mar tranquilos y la posibilidad de contemplar puestas de sol que tiñen todo de tonos anaranjados y violetas.
Más allá de la playa principal, si uno se anima a seguir la costa hacia sitios como Chelem, Chuburná o San Crisanto, encontrará ambientes más serenos, ideales para quienes prefieren espacios menos concurridos. Cada pequeña villa guarda su propio ritmo y secretos: mercados improvisados, restaurantes familiares y embarcaderos donde la vida se mueve despacio.
La renta de camionetas es una opción ideal para quienes viajan en grupo o en familia, ya que ofrece más espacio, mayor comodidad y la posibilidad de transportar equipaje sin restricciones. Además, brinda flexibilidad para armar rutas a medida y adaptarse al ritmo del viaje, sin depender de horarios ni tours organizados
Izamal, el pueblo que decidió vestirse de amarillo
A menos de 70 kilómetros de Mérida, Izamal se presenta como una opción irresistible para un fin de semana cargado de historia y encanto. Conocida como “la ciudad de las tres culturas”, sus calles empedradas y casas pintadas de un vibrante amarillo crean una atmósfera casi mágica.
El recorrido por el majestuoso convento de San Antonio de Padua, las ruinas mayas como Kinich Kakmó y los talleres artesanales son solo algunos de los tesoros que aguardan a quienes deciden aventurarse hasta aquí.
Explorar Izamal a pie o en bicicleta resulta ideal para saborear cada rincón, pero llegar en auto permite además conocer las comunidades vecinas, donde la gastronomía tradicional yucateca se muestra en su forma más auténtica.
Homún y Cuzamá, un circuito de cenotes escondidos

Para los espíritus más aventureros, nada como sumergirse en las aguas cristalinas de los cenotes. Homún y Cuzamá, ubicados a menos de una hora de Mérida, concentran algunas de las formaciones naturales más impresionantes de la región.
Aquí, la experiencia va más allá de nadar: recorrer estos cenotes implica adentrarse en caminos de terracería, cruzar pequeños poblados, y en algunos casos, subir a un “truck” —un pequeño vagón tirado por caballos sobre rieles— que lleva hasta las cavernas escondidas.
Contar con transporte propio facilita mucho el acceso, especialmente porque la mayoría de estos cenotes no se encuentra sobre carreteras principales.
Celestún, donde la naturaleza marca el compás
Si lo que se busca es una conexión más profunda con la naturaleza, Celestún es una opción difícil de superar. Este pequeño puerto pesquero, ubicado a unos 90 kilómetros al oeste de Mérida, alberga una reserva natural de incalculable belleza.
Los paseos en lancha para avistar flamencos, las caminatas por los manglares y los baños en sus playas poco frecuentadas hacen de Celestún un refugio perfecto para el descanso.
Aunque existen tours organizados que salen desde la ciudad, quienes prefieren moverse a su propio ritmo encuentran en la renta de autos en Mérida una alternativa cómoda y eficiente para aprovechar al máximo cada parada.
Valladolid, una joya colonial a medio camino
Un poco más distante, pero aún perfectamente accesible para una escapada de fin de semana, Valladolid despliega su magia colonial a poco más de 160 kilómetros de Mérida.
Esta ciudad, con su céntrico parque Francisco Cantón Rosado, su imponente exconvento de San Bernardino de Siena y su cercanía con cenotes como Suytun o Xkeken, ofrece una combinación perfecta entre historia, naturaleza y gastronomía.
El viaje por carretera hasta Valladolid se convierte en sí mismo en una experiencia agradable, cruzando campos abiertos, pequeñas comunidades y parajes que susurran historias de otras épocas.
Donde la verdadera distancia se mide en experiencias
Mérida, más que un punto de partida, es una promesa de viajes breves pero intensos. Cada salida de fin de semana guarda el potencial de reconectar no solo con la naturaleza y la cultura, sino también con ese impulso original que nos mueve a explorar.
A veces, no es necesario cruzar océanos ni atravesar fronteras para sentir que hemos llegado a un lugar nuevo. Basta con tomar la carretera correcta, abrir bien los ojos y dejar que el camino, como un viejo narrador, nos cuente su historia a medida que avanzamos.

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